Editorial de El Nacional «El pobre bolívar»
¿En qué paró aquella perorata de "Un país fuerte, una economía fuerte, un bolívar fuerte"? Pues en el Viernes Negro de Hugo Chávez. En la confesión de que el bolívar bolivariano es la moneda más débil de América Latina. Al puerto de la devaluación vino a atracar la nave de los disparates y del mal gobierno.
Después de una década de altos ingresos, de precios del petróleo que superaron los 100 dólares por barril, Chávez decidió devaluar la moneda con propósitos eminentemente políticos, para disponer de millones de bolívares en el año electoral. No le quedó otra solución que apelar a la fórmula que negó con empecinamiento, y lo hace mal y tardíamente.
En la mente del Presidente de la República no hay otra cosa que las elecciones de septiembre. Él dispondrá de más cantidad de dinero para su campaña, pero el pueblo se empobrecerá más, y tendrá que pagar precios más altos por todo lo que consume.
Con la devaluación y el cambio dual con relación al dólar (uno a 2,60 y otro a 4,30) dominará más la economía.
El primero es un cambio privilegiado para el Gobierno, para las importaciones de alimentos, de maquinarias, medicinas e insumos del sector salud. El otro, el llamado dólar petrolero, para el resto del país, para quienes viajen al exterior, o lleven a cabo importaciones que estén controladas por el oficialismo. Además de ser absolutamente discriminatorio, de este se nutrirá el tesoro público y le producirá más recursos al fisco en una maniobra monetaria típicamente capitalista.
Chávez justificó la devaluación con el sofisma de que se trataba de una medida destinada a estimular la producción nacional.
Es él quien ha destruido la industria y la agricultura y es él quien ahora promete impulsarla. Hoy descubre que "el país importa mucho", como lo dijo en Aló, Presidente y que se importaron 95 millones de pares de zapatos en 2009. Que va a destinar 1.000 millones de dólares para que el Gobierno importe maquinaria, para vendérsela a los productores "que quieran trabajar con nosotros".
O sea, a aquellos que saquen el carnet del PSUV, condición previa. ¡Primero el catecismo rojo! Chávez añadió que mantendría el rígido control de cambio impuesto desde 2003 y que ha contribuido a asfixiar la producción nacional.
También alegó Chávez que la devaluación estará orientada a estimular la exportación de café y cacao, pero nadie sabe cómo será posible semejante promesa mientras las fincas productoras han sido confiscadas o están bajo amenaza de los terrófagos de la revolución. Ya el Gobierno se apoderó de las torrefactoras de café, y avanza como una maquinaria implacable contra la propiedad privada.
El comandante ha adoptado en los últimos meses la manía de confesarse "marxista y cristiano". ¿A quién engaña? O se es marxista o se es cristiano, pero eso de marxista cristiano es un cuento chino. Comunismo es hambre. En suma, Chávez tendrá mucho dinero y el pueblo mucha inflación.
¿En qué paró aquella perorata de "Un país fuerte, una economía fuerte, un bolívar fuerte"? Pues en el Viernes Negro de Hugo Chávez. En la confesión de que el bolívar bolivariano es la moneda más débil de América Latina. Al puerto de la devaluación vino a atracar la nave de los disparates y del mal gobierno.
Después de una década de altos ingresos, de precios del petróleo que superaron los 100 dólares por barril, Chávez decidió devaluar la moneda con propósitos eminentemente políticos, para disponer de millones de bolívares en el año electoral. No le quedó otra solución que apelar a la fórmula que negó con empecinamiento, y lo hace mal y tardíamente.
En la mente del Presidente de la República no hay otra cosa que las elecciones de septiembre. Él dispondrá de más cantidad de dinero para su campaña, pero el pueblo se empobrecerá más, y tendrá que pagar precios más altos por todo lo que consume.
Con la devaluación y el cambio dual con relación al dólar (uno a 2,60 y otro a 4,30) dominará más la economía.
El primero es un cambio privilegiado para el Gobierno, para las importaciones de alimentos, de maquinarias, medicinas e insumos del sector salud. El otro, el llamado dólar petrolero, para el resto del país, para quienes viajen al exterior, o lleven a cabo importaciones que estén controladas por el oficialismo. Además de ser absolutamente discriminatorio, de este se nutrirá el tesoro público y le producirá más recursos al fisco en una maniobra monetaria típicamente capitalista.
Chávez justificó la devaluación con el sofisma de que se trataba de una medida destinada a estimular la producción nacional.
Es él quien ha destruido la industria y la agricultura y es él quien ahora promete impulsarla. Hoy descubre que "el país importa mucho", como lo dijo en Aló, Presidente y que se importaron 95 millones de pares de zapatos en 2009. Que va a destinar 1.000 millones de dólares para que el Gobierno importe maquinaria, para vendérsela a los productores "que quieran trabajar con nosotros".
O sea, a aquellos que saquen el carnet del PSUV, condición previa. ¡Primero el catecismo rojo! Chávez añadió que mantendría el rígido control de cambio impuesto desde 2003 y que ha contribuido a asfixiar la producción nacional.
También alegó Chávez que la devaluación estará orientada a estimular la exportación de café y cacao, pero nadie sabe cómo será posible semejante promesa mientras las fincas productoras han sido confiscadas o están bajo amenaza de los terrófagos de la revolución. Ya el Gobierno se apoderó de las torrefactoras de café, y avanza como una maquinaria implacable contra la propiedad privada.
El comandante ha adoptado en los últimos meses la manía de confesarse "marxista y cristiano". ¿A quién engaña? O se es marxista o se es cristiano, pero eso de marxista cristiano es un cuento chino. Comunismo es hambre. En suma, Chávez tendrá mucho dinero y el pueblo mucha inflación.
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